Los perros y las emociones en perros.
Todos los que somos dueños o hemos tenido contacto con perros sabemos que estos son capaces de expresar sus emociones y que poseen sentimientos. Podemos intuir su estado de ánimo viendo su lenguaje corporal, las expresiones de su cara, por los ruidos que hacen o sencillamente observando la forma en la que se desplazan.
Lo primero de todo es conocer qué entendemos por emoción y qué por sentimiento.
¿Qué entendemos por emociones?
Las emociones son las sensaciones que impulsan a los perros a reaccionar a un suceso o a una situación y es también la manera cómo se sienten ellos después de haber reaccionado de esta forma. Por ejemplo, la emoción negativa de temor puede llevar a los perros a defenderse, mientras que los sentimientos positivos de contacto y de tocar pueden ayudarles a formar y a mantener relaciones con otros miembros de un grupo. Las emociones pueden dividirse en emociones positivas o negativas y pueden tener intensidades crecientes o decrecientes. Por ejemplo, a medida que aumenta la alegría del animal, el placer se transforma en júbilo y en exaltación, mientras que la frustración puede convertirse en miedo y rabia y la aprensión en temor y en terror. Los animales con problemas de comportamiento a menudo tienden hacia los extremos en el momento de expresar su comportamiento problemático.
Investigaciones recientes han demostrado que todos los mamíferos, e incluye a los perros, poseen siete sistemas emocionales básicos que les permiten reaccionar a las informaciones transmitidas al cerebro por medio de los sentidos. Estos siete sistemas incluyen un sistema de búsqueda para detectar la comida, un sistema de miedos para responder a los acontecimientos no familiares susceptibles de ser peligrosos, un sistema de juego y un sistema de cuidados para criar la prole y formar los vínculos sociales esenciales.
Los etólogos modernos se dan cuenta de que las emociones son determinantes para comprender a los animales, aunque no sea posible medir estas emociones de forma precisa. Se basan en las emociones para tratar los problemas de comportamiento de los animales de compañía.
Hay muchas definiciones de lo que es una emoción, desde definiciones que en realidad no dicen mucho, como las que indican que una emoción es un estado afectivo intenso que aparece de forma inmediata, hasta definiciones puramente biológicas, como que una emoción es una respuesta biológica y fisiológica que prepara al perro para una acción y así le permite sobrevivir.
Todas estas definiciones tienen en común, el que una emoción tiene tres componentes fundamentales:
- Un componente subjetivo, que hace que el perro relacione lo percibido en ese momento con los propios recuerdos. Este componente es el que da lugar a los sentimientos y hace que cada perro reaccione de manera diferente ante una misma situación.
- Un componente fisiológico, que hace que, ante una determinada situación, el perro active su sistema nervioso central, sistema endocrino…
- Un componente expresivo, que es la conducta que manifiesta el perro.
Pongamos un ejemplo, ante una situación negativa de amenaza, el perro podría experimentar una emoción negativa de temor. Esa emoción tendrá un componente subjetivo, el perro puede relacionar esa misma situación con otras anteriores donde ha existido un peligro o amenaza.
Un componente fisiológico, en el perro se activará su sistema nervioso, el sistema endocrino.
Y un componente expresivo, que será la conducta que manifieste el perro, puede huir o puede defenderse.
Según esto, nuestros perros tienen emociones, pero durante mucho tiempo se pensó que los perros no tenían sentimientos. Grandes sabios como Aristóteles, aseguraban que las emociones eran exclusivas de los humanos y que los animales solo podían tener deseos; o Descartes, que pensaba que los animales no podían ni sentir ni sufrir.
Desde que el perro convive con el hombre han surgido muchísimos debates sobre si los perros son capaces de sentir, y sobre todo que emociones, cómo medirlas y como cuantificarlas.
Charles Darwin en su obra “La expresión de las emociones en los animales y en el hombre”, recopiló muchísima información sobre como expresan las emociones los seres humanos de diferentes culturas y de animales, domésticos y salvajes. Según él, la expresión de nuestras emociones es innata y universal, por lo que emociones básicas como la alegría o la tristeza, no son exclusivas de las personas sino que la compartimos con otros animales.
El neurocientífico Gregory Berns y su equipo de investigación de la universidad de Emory (Atlanta), quisieron comprobar si los perros eran capaces de sentir e intentó descifrar sus emociones. Berns y su equipo analizaron imágenes de distintas zonas del cerebro de perros que se activaban ante distintos estímulos, mediante resonancia magnética. A Berns y su equipo no le resulto fácil esto, ya que las imágenes tenían que tomarse sin sedar a los perros, por lo que tuvieron que entrenarlos, mediante refuerzo positivo, para que descansaran la cabeza en una especie de mentonera hecha a medida y se quedaran inmóviles durante 30 segundos.
En un primer experimento tomaron imágenes sobre la actividad cerebral ante distintos estímulos olfativos, como el olor de una persona o el de un perro. Vieron que los perros preferían el olor de un ser humano antes que el de un perro, y más aún el olor de seres humanos familiares.
En el segundo experimento emplearon estímulos auditivos y comprobaron que en los perros se activaba la misma zona de la corteza cerebral ante estímulos auditivos que en los humanos. Esto podría explicar cómo los perros reaccionan tan rápidamente ante cambios en nuestros tonos de voz.
Esta investigación fue muy importante porque reveló que existía cierta homología funcional entre los cerebros de los perros y el nuestro.
Esta homología hace que entre perros y hombre haya una conexión emocional especial, ellos son capaces de descifrar nuestros cambios de ánimo, pero ¿somos nosotros capaces de descifrar las distintas expresiones emocionales de nuestros perros?
En base a esto hubo otro estudio realizado por dos investigadores, la Doctora Tina Bloom y el Doctor Harris Friedman de la Universidad de Florida, ellos se centraron en si los hombres somos capaces de adivinar las distintas expresiones faciales de los perros y sus emociones.
En su estudio mostraron a dos grupos de personas, una serie de fotografías de las distintas expresiones faciales de Mal, un pastor belga, de seis emociones básicas. Vieron que todas las personas eran capaces de reconocer con precisión las expresiones faciales del perro. Curiosamente en el estudio los participantes se clasificaron en dos grupos, un grupo formado por personas que tenían contacto habitual con perros y otro grupo formado por participantes que no tenían contacto con perros.
Sorprendentemente, obtuvieron que el grupo de participantes que no tenía contacto con perros, reconocía mejor determinadas expresiones del perro que el otro grupo. Esto les sugirió que el reconocimiento de estas expresiones puede ser una habilidad innata del hombre.
Estos estudios son una buena noticia para los amantes de los perros ya que nos vienen a indicar que los perros nos consideran un miembro más de su “manada” y que compartimos los mismos mecanismos cerebrales para procesar la información social.
Ya por último hacer referencia a un concepto muy reciente, el de inteligencia emocional. Según Daniel Goleman, la inteligencia emocional se define como “la habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás”.
Según esto, se puede clasificar en distintos puntos:
- La autoconciencia, que es la capacidad para reconocer nuestras propias emociones.
- La autorregulación, que nos permite controlar y redirigir nuestros estados de ánimo.
- La motivación, que es la que nos impulsa a actuar.
- La empatía, que nos permite entender las emociones de los demás.
- Y las habilidades sociales, que es la que nos permite construir las relaciones sociales.
Según esta definición, ¿pueden nuestros compañeros de cuatro patas poseer esta inteligencia emocional?
Como ya sabemos, los perros son animales sociales, provienen del lobo, que convive en grupo o manada y dentro de esta manada se establecen unas relaciones sociales con unos roles bien marcados, lo que asegura el bienestar de ese grupo. En cuanto a los perros domésticos, para él, nosotros formamos parte de su manada por lo que esas relaciones sociales las establece con nosotros, su grupo. Son capaces de detectar cuando uno de los miembros del grupo se encuentra triste o está enfadado y tienen la capacidad de empatizar con nosotros. Esta capacidad es la que intentó demostrar la bióloga Karine Silva de la Universidad de Porto en Portugal. Silva realizó un estudio donde analizó el patrón de bostezo de los perros, basándose en el hecho de que cuando una persona bosteza, muchas personas de su alrededor también bostezan. Siempre se había pensado que el contagio del bostezo era entre miembros de una misma especie, pero Silva y su equipo observaron que los perros también bostezan cuando ven bostezar a sus amos.
Existen muchas teorías acerca del “contagio del bostezo”, pero también parece que el que nos contagiemos de bostezos de personas cercanas, puede tener un fuerte componente emocional, más concretamente podría ser una señal de empatía, vínculo o cercanía emocional. Silva y su equipo vieron que los perros bostezaron cinco veces más ante el sonido de los bostezos de su dueño que ante otros bostezos.
Después de miles de años de convivencia con nuestras mascotas, ya no solo como animales de trabajo, sino integrados como un miembro más de la familia, nuestra evolución ha estado muy relacionada con la de nuestros amigos. Somos capaces de establecer una comunicación especial con ellos, con una simple mirada podemos saber si está contento o disgustado. Esto da aún más luz al campo de la educación canina, ya que nos amplía las vías de comunicación con nuestros amigos, pudiendo conectar más allá de una simple orden y recompensa, permitiéndonos disfrutar de esta relación plenamente.
Problemas emocionales.
Reconocer que los perros tienen emociones permite hacer avances en otros terrenos, en concreto, en el tratamiento de problemas de comportamiento: agresividad, limpieza excesiva y nerviosismo.
En general, una evaluación se realiza en tres etapas:
- Una evaluación emocional del perro en el momento de la detección del problema.
- Una evaluación del estado anímico del perro, de su humor y de su comportamiento general.
- Una evaluación profunda que permita determinar con precisión los factores, internos o externos, que contribuyen a la persistencia del comportamiento problemático, a pesar de las numerosas tentativas para erradicarlo.
Más que observar simplemente sus comportamientos, los etólogos toman en cuenta las emociones experimentadas por los perros para intentar aportar una solución más eficaz a sus problemas.
Bibliografía:
http://www.ecoosfera.com
http://dogguaubilbao.blogspot.com.es/2013/02/la-doble-dimension-de-la-inteligencia.html
http://www.schnauzi.com/la-ciencia-prueba-que-losperrosentiendenlasemociones/
https://www.purina.es/sobre-mascota/todo-sobre-perros/viviendo-juntos/comprendiendo-tu-perro/Pages/perros-tienen-emociones.aspx
Parte de esta información ha sido obtenida de diversas páginas de Internet relacionadas, con el objetivo principal dar información.